Este nutritivo y agradable bocado no es apto para paladares remilgaos, estómagos enrobinaos o gente delicá que a to le pone pegas. Debemos hacer la advertencia, si no está acostumbrado a comer aliagas, que es posible le salgan yagas en la boca, lengua y esófago; sin olvidar que si no se saben masticar como corresponde, pueden producir ciertos aguijonazos al evacuarlos, lo cual debe tenerse en cuenta si se padece de hemorroides. Pese a todo es un manjar cargado de vitaminas, minerales y  propiedades afrodisiacas, aunque se recomienda no hacer sexo anal hasta no haberlos excretado en su totalidad, ya que siempre queda alguna púa que otra sin deshacer.

Ingredientes:
Aliagas tiernas en flor.
Agua.
Sal.

Preparación:
Se coge a puñaos una parva de aliagas tiernas en flor y se ponen a secar al sol toda una noche, a ser posible con sol menguante. Cuando estén bien secas se separan los tronchos de la mata, con la precaución de no hacerlo a contrapelo, evitando así que se desprendan las pinchas, ya que es lo más sabroso. Una vez separados los tronchos se meten en un lebrillo lleno de sal hasta los  bordes, al cual poco a poco se irá vertiendo agua, al gusto. Se deja macerar un día donde le casque bien el soletón, con el fin de que el agua se vaya evaporando a su chano chano. Una vez ocurrido esto el salitre quedará adherido al troncho, dando una textura garrapiñada. Los tronchos se sirven bien separados, evitando que queden enmarañaos o mal atrapazaos; y ya están listos para ser degustados.

Para su total disfrute se cogen de uno en uno, y primero se pasan de un extremo de los labios hacía el otro, intentando chupitear todas las púas para quitarles la sabrosa costra de sal que tienen. Al pasarlos dos o tres veces por los labios quedarán lo suficientemente tiernos para ser tragados, a ser posible mascándolos lo justo y con conocimiento, ya que algunas espinas pueden meterse entre los dientes, lo cual es un engorro. Este es un bocado de temporada que se prepara a principios de la primavera y como hemos mencionado al principio no es una vianda para gente delicá, aunque debemos ratificar que tanto su incomparable sabor y textura los convierten en un verdadero manjar, convirtiendo su degustación en una experiencia inolvidable, de esas que dejan huella o en su caso cicatriz.

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