Un día iba en un tren un pastor. Era la primera vez que subía en él.
Cuando llevaba ya un buen rato sentado, notó que se le comenzaron a hinchar los pies de estar tanto tiempo sin moverse.

Se quito las albarcas para calmar un poco su malestar y abrió la ventanilla para sacudirlas, haber si daban una miaja de sí, con tan mala fortuna que una de ellas se le cayó.

Al verse con una sola albarca en la mano, sin pensarlo dos veces, tiró la otra por la ventanilla.

El acompañante de viaje algo perplejo le preguntó:

– ¿Por qué has tirado la albarca por la ventanilla?

A lo cual le contestó el pastor:

– Con una sola albarca no puedo hacer gran cosa y si alguien encuentra la que se me ha caído no le servirá de nada, creo que es mejor que se encuentre las dos.

(Cuento indio versión La Manchuela)

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