Por Celín Cebrián

CELIN

A lo primero que tengo que decir es que este artículo no hubiera sido posible sin la ayuda del Bienhablao. Y también que mientras leáis estas palabras, siga sonando esa canción, ya popular, y que en su día cantara el grupo Vitamina Vil y que dice.- “Árida Manchuela, tierra de mi abuela, rincón de paraíso final, tu aire me envenena, tu vino me libera, por ti hoy me voy a emborrachar…”

Un día, pusimos unas cuantas perras a escote y nos fuimos a echar unos vasos al bar de la esquina de La Cañada. Mi Brígida se había quedao en casa haciendo la comida, ná, un puchero de habichuelas pintas, pa luego ventosear to la tarde. El Gervasio, otro pastor más joven que yo, se comió una acituna y casi se ahoga. Se le fue el güeso por el galillo. Miá tú… Nos fuimos a sentar y, cataplán, Andresillo se cayó de espardas, pues la silla en la que fue a sentarse estaba algo rengá. Casi le da un pijilitate… De repente le entró una sofoquina… Luego no fue ná… Pero qué susto… Allí mismo estaba Justete, que es muy enterao pa tó, y al ver cómo se venía al suelo, dijo para sí: -“Te paece si la chorra…, pa verse matao…”. Y entonces dijo el dueño del bar: -“No puede ser… Pero si hace poco le di cola a to el redor…”. Entonces Andresillo le contestó: -“lo que puedes hacer con la silla es tirarla a los cebadales…”.
Al rematar los chatos y un capellán asao, me fui pa la casa a comer. Y en el camino me encontré con Melitón y me preguntó: -“¿Por un casual, has visto a Venancio?”. Y le dije: -“Meapaecio verlo esta mañana en el médico con su hermano el melgo”. Yo había ido al médico con mi chica la pequeña porque le han salido un montón de impedines en la cara… Y como la guacha está tan finústrica…, pues resulta que no me la puedo llevar a sarmentar porque me esfarata las gavillas… Y siempre le digo, venga, nena, date prisica que enacabando este surco nos vamos pal pueblo que ya no se ve ni gota. Pero la guacha no hace caso… Está enjubatá y ni estudia, ni sarmienta… Tengo un dijusto… Y encima los impedines…. Es que ni apostica… Sin embargo, mi chico el mayor, mi Ezequiel, a su chano chano en una mañana se podó todas las cepas del majuelo que tengo en la Guija. Luego llega, se lava bien lavao…, porque es muy escolimoso, y sale bien esporrinao de la casa. Parece un pincel… Y se va por ahí con los otros mozos… Sólo le gusta el morapio de bobal… Y el otro día, alpaecer, le dieron una bota los quintos para que se echara un trago y…, entre que el vino estaba bautizao y calentuzo, al ir a beber a chorro le dio en el galillo y le entró una tos mu mala… Casi se me ahoga el muchacho… Venía la criatura con unos churrimiaos… Y yo le dije: -“toma, eso por meterte a cocinillas”. Los otros amigos se quedaron allí de casquina. No te creas que vinieron a acompañarlo ni ná… Hay que joderse con la juventú…
Luego, a medio comer, llamaron a la puerta y era la Andrea, una vecina que es preguntoncisma, diciendo que si sabíamos quién se había muerto, ya que había oído toques… Y le dije yo a mi Brígida: -“Date aescape a comer que ésta nos fastidia la comida… Como nunca tié ná que hacer…. No hace agevo ni de agacharse a coger ni un alfiler… Menudo pendón…”. Y la mujer dale que dale: que si esto; lo otro… Oder, podía ir a otra casa a dar la tabarra. Yo creo que como es tan androchera, lo de ir de casa en casa lo hace apostica pa no estar en su casa con el alicáncano del Gervasio, que es un almorchón… Ése hizo la mili de turuta… ¿No me digas? Como te lo digo. Ahora escarpia… Y yo de cabo mamporrero… ¿Dónde? En la Remonta.
Después de más de media hora de palique, por fin la Andrea cogió el portante y se fue sin rechistar. Y por fin pudimos ponernos a enjalbegar la paer del corral, que falta tenía… Iba con cuidado porque como había hecho el enjalbiegue muy líquido pues sultía un poco… Y encima…, con este resfriao, pues cada dos por tres se me cae la moquita y como no tengo el mocaero a mano… Asiesque cogí un jarsey viejo y me lo puse encima no fuera quesque… Pero, ya digo, como sultía un poco y caían muchos churrimiaos…, se me puso un pelufle… Y entre lo gorrinismo que iba, el pelo como un estropajo, la olorisca a zofre del que había echao por tos los ribetes del corral pa espantar a las ratas… Paecía el demonio… Y me dijo mi Brígida: -“anda, tira pa dentro y lávate bien por tó que me das hasta miedo… Pa ná que haces y la que armas…”.
Ya muy relimpio, mientras escuchaba una miaja la radio, llegó el abuelo con la pagueja que había cobrado por la mañana… Dice que sólo tuvo que echar un burrapato y que el de la Caja Rudal le pagó sin rechistar. También traía una revista de aporná en la que venía to lo que iba a ver en el Carnaval… A mí de nunca me gustó vestirme de mascarota… Yo el único traje que me he puesto en mi vida fue uno prestao de mi tío pa casarme y la sotana de monago, que me venía mu corta y se me veían las espinillas. Paecía un espantapájaros…
Y de poco, como quien no quiere la cosa, se hizo la hora de cenar. Como en este tiempo se hace tan pronto de noche… Al rato llegó el otro guacho con el becicleta y…, traía una barraquina… Y tó era porque el hijo de la Almudena, según dice mi chico, le gana siempre al guá porque saca mucha bobanilla… Que es un lampa… Mire, mire… Y me da a mí que está noche va a caer un guielo… Está el cielo mu rojo… Así que le voy a decir a mi Brígida que me haga un café de esos que hace ella, ná, una malta mu rebajá… Pero tienes tantas zupias… ¡Y a ver quién es el guapo que le dice ná! ¡Se pone hecha un basilisco!!! Y en ná…, a dormir… Y mañana será otro día. Uno con estas edades echa una cabeza y antes de las seis ya está relojeando… O con algún títere en la cabeza. Así que hasta otra y güenas noches a tos. Que descansen. Y mañana, Dios dirá.

 (celincebrian.blogspot.com)

 

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